Ya eran cinco en mi familia perruna. En una ocasión nos fuimos con ellos en el auto. Era una mañana preciosa y fresca, a las 7.00 am nos dirigimos a una playa cercana. Tan pronto nos bajamos y comenzamos a caminar por la arena, mis chapatines se pusieron felices. Rascaban en la arena, se correteaban y Fiona con su temperamento nervioso se dedicó los primeros minutos a ladrar a las olas, al parecer la intimidaron. Después se contagió por los juegos de sus hijos y Blackie y se puso también a jugar - bueno, mientras no apareciera algún paseante mañanero, porque ella en su papel de guardián se ponía de inmediato a pelear.
Llamaban mucho la atención, los cinco chaparritos pues cuanta persona pasaba, sonreía con nosotros, era una bella estampa canina.
Fue una experiencia muy gratificante, lo único malo de este paseo es que en la arena al parecer había garrapatas, porque antes de subir al auto para el regreso, traían varias encima, llegando a casa fue un baño de inmediato.
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